Durante muchos años, y especialmente en la primera mitad del siglo pasado, El Tío Saín era la pesadilla de aquellos niños murcianos que no estaban por ser obedientes con sus padres.
Merced a sólo nombrar el personaje, los padres conseguían la obediencia total del inocente zagal; su más completa sumisión.
En llegando aquellos zagales a la mocedad, y habiendo observado que El Tío Saín nunca apareció, concluyeron que se trataba de un personaje de fantasía y que, por tanto, ya no existía motivo para la sumisión a los deseos de los padres.
La misma situación se ha producido a lo largo de los tiempos con otras amenazas para obtener la sumisión y obediencia de los inocentes, como El Coco, El Sacamantecas o el mismo Chupacabras.
Pero dirigir a las masas sin que exista sumisa obediencia resulta una tarea en exceso compleja.
Así que entonces surgió el problema: ¿cómo conseguir la sumisión de las personas si éstas ya no creen en los fantasmas?.
Era necesario volver a disponer de dos elementos-base: un inocente y un fantasma.
¿Ya conoces el poder de las pesadillas?
Un aperitivo en 7 capítulos.
Ver capítulos siguientes: 2, 3, 4, 5, 6 y 7
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