lunes, 8 de noviembre de 2010

La reforma mental

La liturgia del clima...

Un gobierno occidental que se precie, dispone de un ministerio cuyo nombre evoque la preocupación de tal gobierno por el medio ambiente.



La moderna Iglesia de la Climatología abarca una amplia variedad de fieles, desde su Sumo Pontífice “Al” Gore (no sé de que me suena éso de Al) que no predica si previamente no le abonan una limosna en euros de -al menos- 5 ceros, al pobre demente que sufre de ansiedad porque no sabe en qué contenedor ha de colocar el papel aluminio, pasando por los millones de amas de casa que se ufanan de haber aprendido el Catecismo del Reciclaje, y se muestran fervorosas histéricas de “su cometido” en éste planeta.


Pero como en tantos otros órdenes de la vida, las incongruencias y contradicciones están patentes en ésa franquicia de manipuladores sociales que, bajo la marca blanca “gobierno”, predican un evangelio mientras practican otro.


Con un mínimo esfuerzo por nuestra parte, podemos comprobar que en las grandes ciudades, y especialmente en las de occidente, la contaminación atmosférica adquiere niveles alarmantes. Esa saturación de sustancias nocivas en el aire es debida, en buena parte, a la circulación de vehículos a motor, y durante los meses de frío, también a sistemas de calefacción, bien entendido que la saturación se produce por la masificación, por la alta concentración de elementos contaminadores en territorios muy limitados. Pero... ¿acaso podría hacerse algo por evitar ésta situación?.  Por ejemplo: ¿es adecuado mantener, pasada la primera década del siglo XXI, un modelo fabril de hace 100 años en la actividad laboral?

Una de las principales incongruencias es llamar al mundo en el que vivimos , "sociedad de la información"; o salibar de auto complacencia por afirmar que se vive en la era de la grandes tecnologías y hacer acudir a los trabajadores a un mismo centro de producción, siguiendo el mismo método fabril de hace un siglo, en una época en que ha disminuido drásticamente tanto el número de fábricas como el de trabajadores en ellas. Un elevado número de trabajadores podría realizar su trabajo sin necesidad de desplazamientos si, pero, ¿interesa?. Últimamente se está forzando a los países de economías mas volátiles a llevar a cabo una reforma laboral, pero ¿se contemplan éstos aspectos prácticos?.

Centrando el comentario en España, la mayoría de la fuerza laboral está compuesta por el sector de los servicios, y tradicionalmente los gobiernos españoles muestran escaso o nulo interés por el desarrollo científico e industrial,  e irrelevante en cuanto a formación laboral, lo que deja en escena un país marginal como productor.  En consecuencia la inmensa mayoría de los trabajos son de baja cualificación y necesariamente presenciales, como muestra el hecho de que las únicas propuestas de reforma laboral no son más que variaciones sobre la manera de obtener un despido más barato para el empresario. No obstante, España cuenta con una descomunal masa funcionarial en sus múltiples capas administrativas oficiales, que se extienden, por simpatía, a los entes para-oficiales, con una cifra estimada de algo más de 3 millones de personas.

Por otro lado, la tendencia en un futuro inmediato (a nivel mundial) es que aproximadamente el 70% de la población viva agrupada en grandes urbes, al tiempo que los sistemas de comunicación y transporte aumentan sus capacidades y velocidades, paradoja de compleja comprensión.
Volviendo a España, es enorme el porcentaje de domicilios equipados con banda ancha para acceso a redes de datos, paralelo al equipamiento de ordenadores personales, así como el interés de los usuarios en disponer de ordenadores y conexiones cada vez más potentes, aunque curiosamente su interés no vaya más allá de los aspectos lúdicos (juegos, audio y video) conforme a la generalizada ignorancia de otros usos.


Dadas las premisas anteriores, cabe preguntarse la razón por la que en España apenas exista el tele-trabajo. La mayor parte de los funcionarios y asimilados podrían ejercer su trabajo desde casa, y en el sector privado, la mayoría del personal administrativo también. Idealmente la situación cambiaría a menos vehículos concurriendo en tiempo/espacio, menor gasto en pagar suelo de oficinas y una importante reducción del gasto energético. Aparentemente, favorable a los evangelios de la Iglesia de la Cimatología, ¿no?.
Además, la vida familiar y social de los trabajadores saldría reforzada al poder disponer de mayor tiempo y dinero.

Veamos algunos puntos de vista de los detractores del tele-trabajo:
  • La falta de control físico sobre el trabajador debilita su rendimiento.
  • Temor a que el trabajador se relaje y dedique menos horas a la empresa.
  • Un elevado número de personas precisa del entorno laboral para mantener o mejorar su autoestima personal.
  • Bajaría la venta de vehículos, su mantenimiento y los repuestos.
  • La reducción del gasto energético provocaría descenso de ingresos de empresas energéticas (eléctricas, gas y combustibles líquidos).
  • Reducción del precio del suelo de oficinas al bajar la demanda.
  • Reducción de la demanda de palacetes privados en alquiler (a precios astronómicos), para mantenerlos como sedes de administraciones públicas.
  • Reducción de negocios basados en la construcción de recintos dedicados a oficinas.
  • Pone en evidencia a vagos e incompetentes que no se podrían amparar en la masa.

Aunque la relación de razones entusiastas y detractoras es somera, de lo que poca duda puede quedar es que si el trabajo fuera racionalizado a la situación del siglo XXI, disminuirían drásticamente tanto los problemas de contaminación urbana, como los beneficios de empresas energéticas y el enriquecimiento de oportunistas en negocios satélites.
Es comprensible que las "reformas laborales" sean lo que son.

martes, 5 de octubre de 2010

¿Quiere usted arder en la hoguera?

Ortega y Gasset escribió “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello”.


Y la fe, asociada inevitablemente al concepto religión, puede definirse como Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia o Confianza en el éxito de algo o de alguien.

Ambos conceptos -religión y fe- forman parte, unidos, de la actividad humana.
Quizá por cercanía social, los mecanismos de la Iglesia Católica y de los políticos contemporáneos en Occidente,  nos resultan curiosamente similares.


En el pasado la Iglesia Católica anunciaba la existencia de los demonios y nos prevenía de la amenaza que representaba para todos nosotros.  Simultáneamente, la Iglesia Católica se ofrecía como el único y eficaz remedio contra la amenaza. “Los demonios” era algo intangible, invisible y desconocido, es decir, el componente básico para crear el miedo. Al tratarse de algo cuya existencia se debía exclusivamente a la fe, el miedo dependía de ésa fe. Si no existía fe, y alguien pretendía someter a la razón el concepto “demonio”, el miedo corría peligro de desaparecer, y sin miedo no habría sumisión. La Iglesia Católica lo sabía y no podía permitirlo, porque aquello que se oponía al dogma ortodoxo era una herejía, y decidió suprimir las herejías, utilizando lo que hasta entonces era conocido como el mejor remedio contra los herejes: la inquisición.
La inquisición no tenía por objetivo único la supresión del hereje, sino, y sobre todo, la ejemplaridad para amedrentar a posibles futuros herejes.

Las labores inquisitoriales resultaban  -y resultan- altamente productivas si previamente se había conseguido generar tensiones persistentes entre los ignorantes, lo cual, como es obvio, resultaba sencillo mediante aliados como el binomio brujería-fuego. Los niveles de sumisión, y el número de delatores, crecían acorde al número de herejes asados en hogueras, unido al riesgo de ser acusado, sin defensa alguna, de brujería.



¿Y en la actualidad?

En la actualidad los hombres siguen creyendo en realidades que les son incuestionables, en cosas no tamizadas en el filtro de la razón, y confiando en el éxito de empresas y personas que son auténticos desconocidos. Dicho de otra forma: los hombres continúan haciendo uso de las actividades humanas de la religión y la fe.
Pero ésas actividades ya no están vinculadas en exclusiva a la Iglesia Católica. Ahora están también vinculadas a otro ente que se alimenta de las mismas actividades, y que ejercita los mismos métodos que sus predecesoras: la democracia.

Del mismo modo que antaño las iglesias sobresalían en las ciudades por encima de las casas, y ahora o la iglesia es más baja o ni siquiera existe, llegará el tiempo en que la democracia desparezca. Y no desaparecerá por agentes ajenos al sistema, sino que los mismos que la ensalzan hoy, serán quienes ejerzan de evangelistas de la "buena nueva" que dará al traste con un método político que ya evidencia signos de agotamiento, porque la inevitable tendencia bipartidista  cada vez más equilibrada y la igualmente cada vez más escasa participación, han invertido y pervertido el concepto de democracia llegando a una realidad donde la minoría se impone a la mayoría.  Sucederá igual que con cualquiera otra de las recomendaciones sociales: de repente lo que se anunciaba como beneficioso resultará perjudicial.
Los creyentes de la democracia tienen muchos puntos en común con los creyentes  eclesiales: no admiten que sea cuestionada la realidad que perciben de aquello en lo que creen, su creencia excluye en buena parte el uso de la razón, y suelen demostrar una confianza inagotable tanto en personas como en las ideas de otros.
Existe un termómetro que permite medir la temperatura, o la intensidad de la fe de los modernos creyentes, y se llama encuesta. En las encuestas sobre candidatos políticos, los porcentajes de "no sabe" o "no contesta" suelen ser extremadamente reducidos, lo que crea la falsa apariencia de que el encuestado dispone, en general, de información de nivel medio-alto que le permite valorar , con conocimiento, la candidatura encuestada. Pero la realidad es otra muy diferente.
En la actualidad es común que en vísperas de comicios electorales en grandes áreas de población, uno encuentre en su buzón una lista con el anagrama de un partido político seguido de una serie de nombres de personas, sin ninguna otra información complementaria. Ni un simple resumen del programa electoral. 
Aproximadamente en un 97% de los casos, el 90% de los nombres resultan desconocidos para el creyente, y en un 99'9% (el 0,01% queda para familiares y amigos íntimos) el creyente desconoce absolutamente todo sobre el nombre que aparece en la lista. Sin embargo, cuando el creyente es encuestado para opinar sobre la eficiencia, o la moralidad, o la honradez, o la capacidad, o la determinación del candidato, raramente se queda en el hueco de "no sabe" o "no contesta": el creyente ejerce de religioso, y contesta con algo de lo que está convencido, y que no se cuestiona; es decir: realiza un acto de fe.

Por tanto, mientras el termómetro marque valores bajos para "no sabe" - "no contesta" la salud de la fe de los creyentes será excelente. No obstante será preciso estar pendiente del aspecto más definitivo: el número de creyentes que participen en las ceremonias , y muy especialmente en la liturgia de las elecciones. La asistencia de creyentes a las ceremonias,  es un indicador de la fortaleza de una religión.
Es habitual que las religiones opten por hacer comprender a sus fieles que quienes no están con ella, están contra ella. Al menos ésa es la línea de conducta para señalar a los herejes; a aquellos que tienden a apartarse del método. 
Curiosamente, los herejes de la democracia son calificados como fascistas, anarquistas, etc.  lo que en términos religiosos equivale a impuro y conlleva que nadie quiera convertirse en candidato a la hoguera. Es decir: es la propia democracia la que excluye a los disidentes del método, dejando sin opción al hereje, lo estigmatiza y lo aísla.
Y pese a ello, habremos de ver -no tardando- la afloración espontánea y masiva de profetas y apóstoles anunciándonos la "buena nueva" de una nueva religión, con sus "nuevos" líderes. Queda por poner un nombre, pero tampoco éso es un problema. ¿Monarquía global? ¿República planetaria?. Es igual. Se llame como se llame, sus nuevos fieles y adeptos volverán a contarse por millones... y a denostar a los herejes.
 A fin de cuentas, a nadie le apetece arder en una hoguera, que le tilden de fascista, ni que se lo lleve El Coco ni Bin Laden.

Todo es cuestión de religión y fe.





sábado, 14 de agosto de 2010

Sociedad de la ignorancia

Los términos y expresiones grandilocuentes suelen utilizarse a modo de sustitutos de la razón. Decir -por ejemplo- sociedad de la información produce en seres ignorantes la sensación de algo magnífico, a lo que -cuanto antes mejor- desean "pertenecer".
En el mundo real, y dejando los tópicos sociales a un lado, el siglo XXI ha cursado su primera década en la misma línea en que se abandonó el siglo pasado: produciendo un efecto inverso al -quizá- deseable. Si bien el aumento de los sistemas de comunicación y de sus contenidos, es sinónimo de aumento de información, la realidad es que desde el punto de vista personal, la información útil disponible ha quedado reducida a la mínima expresión. La avalancha de información es tal, que convierte en prácticamente imposible la tarea de asimilación.
Existen incluso opiniones de que los sistemas educativos actuales también cooperan en ésa especie de resistencia a memorizar datos, facilitando así la reducción del conocimiento disponible. Tener la certeza de que la información está siempre disponible y al alcance de un botón, facilita la disminución del interés en almacenar la información en nuestro cerebro. Sin embargo, si fuéramos capaces de imaginar un mundo sin voltios, podríamos constatar la realidad de nuestra pobreza de conocimientos personales.
Un lenguaje pobre contribuye al aislamiento social, y si se le añade  la dificultad que se observa en la actualidad para comprender expresiones simples, el aislamiento individual resulta notoriamente progresivo. Lo curioso es que tal situación se da en un momento en que los popes sociales promueven con harta insistencia el "trabajo en equipo", con detrimento -cuando no colaboración- para eliminar los valores individuales, al igual que eliminan con disciplina marcial, la iniciativa y la motivación personal. Un persona incomunicada y anulada como individuo es lo más próximo al ideal del taylorismo.

El mayor porcentaje de la información que nos llega hoy en día, es una información de baja calidad, destinada a consumidores de perfil bajo o muy bajo, con una tasa de latencia mínima pero un alto nivel de refresco, lo que convierte en prácticamente imposible un almacenamiento útil.

Por poner ejemplos prácticos, la información sobre amenazas es de tan baja calidad que sólo somos capaces de mantener en memoria la más actualizada, relegando las otras al olvido. Algunas son amenazas de un sólo uso, mientras que otras son reutilizables: "vaca loca" o "gripe A" pertenecen al primer grupo, mientras que "terrorismo", "inmigración ilegal", "cambio climático" o "paro laboral" son amenazas reutilizables y reubicables, dependiendo de una sencilla encuesta, el orden en que los ciudadanos manifiesten ubicarlas según "su propia" percepción. Pero la información de que disponemos sobre "vacas" (locas o no) es tan escasa y de baja o nula calidad como la que tenemos sobre "terrorismo". o cualquier otro tópico inducido. Lo único que sabemos es aquello que nos enseñaron de pequeños: que El Coco -bajo el nombre que sea- existe, y si no somos obedientes, nos llevará.

O el Tío Saín, que en éstas cosas...  ¡¡nunca se sabe!!.



sábado, 10 de julio de 2010

Exterminio

A alguien que quiera mandar sobre los demás, siempre le supondrá un problema la resistencia que los demás opongan para ser mandados.

Cuando los disidentes son pocos, el estorbo puede resolverse con relativa facilidad, pero cuando son miles, la solución se torna más compleja.

En el pasado reciente, y en el área que podría ser denominada como Occidente, se probaron métodos masivos de eliminación física de la gente que estorbaba al gobernante, y se comprobó que resultaba algo muy complejo pero que, sobretodo, creaba muchos enemigos.


Fue preciso establecer puntos de eliminación, y resultó muy difícil reunir a los molestos y transportarlos hasta ésos puntos.

Se hizo preciso recurrir a mentiras para que entrasen voluntariamente en las cámaras donde iban a ser gaseados.












Generalmente era necesario emplear mitad violencia, mitad engaño hasta que se conseguía colocar a todos en el punto de eliminación, y luego había que llevar a cabo procedimientos muy costosos para acabar con la vida de los disidentes y hacer desparecer sus restos.






Aunque en las tareas de exterminio resultaba relativamente sencillo contar con cooperantes voluntarios entre los propios disidentes, pudieron constatar que deshacerse de tantos miles de cuerpos era un grave problema.

Otro problema añadido era que el disidente muerto no resultaba utilizable.








Varios años después, hacia Mayo de 1968, estalló en toda Europa un movimiento imparable. Obreros y estudiantes se unieron exigiendo al Sistema imaginación.
Los métodos empleados hasta entonces por los dirigentes ya no convencían. Aquella convulsión social fue tan intensa que preocupó seriamente a la clase dirigente. El grito de "¡¡ La imaginación al poder !!" no se lo esperaban. Aquello resultó una tremenda sorpresa para unos políticos que se sentían totalmente cómodos, y creían que nada tenían que mejorar. Mayo del 68 les descubrió la realidad: el método debía ser cambiado...

La sumisión había desparecido, dejando paso a la inteligencia y el pensamiento individual.

El comienzo del siglo XXI ya muestra un panorama en ése Occidente, que resulta imposible compararlo con el conocido en Mayo de 1968. La solidaridad, la unidad familiar, el honor, el patriotismo, de repente han dejado de existir. La conducta sexual responsable y las creencias religiosas ya forman parte de lo malo, de lo desechable.



En el siglo XXI existen campos de exterminio, pero no de vidas (como estado biológico), sino de ideales, creencias, valores, y todo aquello que sea individual y humano.
Las sesiones a las que dócilmente se someten los jóvenes, anulan cualquier sentido individual e intelectual y le convierten en un incapacitado social.





El método del siglo XXI comienza a actuar sobre el individuo desde la infancia, mediante el alejamiento de la familia, el contenido educacional y visual. Pero es una vez finalizada la infancia cuando comienza la educación grupal: la creencia de que la familia es egoísta y el grupo es generoso. Tal creencia es imprescindible para que cuando la ya debilitada estabilidad del individuo se quiebre, y comprenda que el grupo no tiene el menor interés en ayudarle y convencido de que la familia constituye más un enemigo que un amigo, acepte la confortable comodidad que le ofrece el Sistema. Ya no tiene que preocuparse por ninguno de sus problemas, pues el Sistema le insta a no preocuparse.

lunes, 5 de julio de 2010

La venganza.

En ocasiones, a la población se le muestra de forma meridiana y clara, el porqué de las cosas.

Al mundo occidental le quedó muy claro el porqué de los ataques a Nueva York (EE.UU),  Madrid (España) y Londres (Reino Unido),  ocurridos entre el 11 de Septiembre de 2001 y el 7 de Julio de 2005. Esos ataques fueron obra de terroristas islámicos, y fueron consecuencia directa de la invasión de Iraq por tropas de los tres países.

En 2003, el mundo fue informado de una reunión llevada a cabo en el archipiélago de Azores, entre los 3 dirigentes políticos de los tres países, en la que afirmaron la presencia de armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein, y su propósito de salvar al mundo de tal amenaza.


Si accedemos al buscador Google en consulta web (en español) sobre "atentados islamistas" a fecha de escribir ésto, la primera respuesta que aparece es una entrada de wikipedia española sobre los atentados del 11 de Marzo de 2004, en la que puede leerse un amplio y variado razonamiento sobre la hipótesis islamista, que abarca desde una coordinación de los ataques, hasta la numerología. Ésa información en la wikipedia española, sirve de referente a las posiciones oficiales sobre los crímenes del 11 de Marzo. Puede observarse, por ejemplo, que no tienen reparo en afirmar que Jamal Zougam vendió el terminal hallado en el interior de una bolsa depositada en una comisaría de policía, pese a que ni siquiera el sumario o la sentencia contemplan que hiciera tal cosa.


El efecto óptico de aquellos ataques quedó reflejado en forma de las torres del World Trade Center, los vagones de Cercanías Renfe de Madrid, y un autobús londinense.

Las imágenes del Pentágono o de la zona rural de Pensilvania donde cayeron sendos aviones, apenas sobreviven en la red, cuesta encontrarlas y tienen mala calidad y nula información.

Los vagones reventados de cercanías de Madrid pueden verse todavía en algún lugar de la red.

Y del ataque en Londres sobrevive apenas la imagen del double-decker reventado en Tavistock Square.


Pero sin embargo, hay cosas que no parecen tener tanta claridad ni ser tan diáfanas.

Una de las que suscitan más comentarios es que en una guerra contra el imperialismo, los ataques sean tan espaciados a lo largo de 4 años y que no se hayan repetido, pese a que la supuesta causa de los ataques (presencia de tropas en Iraq) sigue existiendo, incluso ya extendida a Afganistán. Sobre todo cuando los ataques suicidas son postulados como fruto de la desesperación de los grupos terroristas islamistas, ante la ocupación militar y extranjera de su tierra.

En el caso de Madrid, no se entiende muy bien algunas diferencias inexplicables con los atentados de Nueva York o Londres, máxime cuando se afirma que la causa de los ataques fue la misma.

La más evidente de ésas diferencias, sin duda, es la ausencia de suicidas en los ataques con explosivo a los trenes de Madrid. Los islamistas, por contra, se aseguraron bien la retirada utilizando no retardadores, sino temporizando las explosiones.
Hubieron de pasar 23 días y mediar un cerco policial de casi 8 horas para que una parte de los terroristas islamistas decidiera suicidarse; y aún no debían tener todos ellos el mismo interés en suicidarse, como hace suponer el  hecho de que dos de los cadáveres apareciesen con cinturón de explosivos aunque sin detonador, que otros dos apareciesen protegidos tras un colchón,  o que un quinto terrorista islamista escapase al suicidio y al acoso policial, poniendo pies en polvorosa, y renunciando a su encuentro con las huríes.
Sin contar con la actitud de Jamal Zougam, que lejos también de tener interés en ir a reunirse con las huríes, prefirió permanecer vendiendo teléfonos y tarjetas en su locutorio de Lavapiés o acudiendo a su gimnasio habitual, esperando pacientemente a que la policía fuera a detenerle.

 
Otra diferencia que promueve singularidad es el hecho de que en los atentados de Nueva York o Londres, ninguno de los terroristas islamistas y suicidas fuese confidente ni del FBI ni de la CIA, ni del NIS, ni de Scotland Yard, ni del MI5 ni del MI6, ni de la policía de Nueva York ni de Londres, porque VEINTIOCHO de los imputados en España eran confidentes del CNP, de la Guardia Civil o del CNI. De hecho, hasta la fecha no ha trascendido que los medios para los atentados de Nueva York o Londres fuesen facilitados a los terroristas por confidentes policiales, como en el caso de España.

Y si se considera el orbe mundial, el de España fue el único caso de suicidas que no sólo demoraron el suicidio 23 días, o se olvidaron los detonadores o salieron por piernas, o se escondieron tras un colchón, sino que es el único caso del mundo en el que ¡¡se suicidan siete para asesinar a uno!!.

Lo cierto es que aunque la invasión de Iraq y Afganistán no sólo no ha terminado sino que ha aumentado (el Nobel de la Paz acaba de pedir 30.000 soldados más), y los islamistas suicidas terroristas parece que se han olvidado de sus reivindicaciones, los occidentales tenemos mucho miedo del nuevo Tío del Saco, del nuevo Coco: Osama Ben Laden.
Ahora nos hemos vuelto más sumisos y obedientes. Ya somos capaces de viajar desnuditos en avión... siempre que el Sistema lo considere necesario "por nuestra seguridad", ya que tenemos la seguridad que de no obedecer, el Coco se nos llevará. ¿O no?.

sábado, 3 de julio de 2010

Bienvenida

Durante muchos años, y especialmente en la primera mitad del siglo pasado, El Tío Saín era la pesadilla de aquellos niños murcianos que no estaban por ser obedientes con sus padres. 
Merced a sólo nombrar el personaje, los padres conseguían la obediencia total del inocente zagal; su más completa sumisión.

En llegando aquellos zagales a la mocedad, y habiendo observado que El Tío Saín nunca apareció, concluyeron que se trataba de un personaje de fantasía y que, por tanto, ya no existía motivo para la sumisión a los deseos de los padres.
La misma situación se ha producido a lo largo de los tiempos con otras amenazas para obtener la sumisión y obediencia de los inocentes, como El Coco, El Sacamantecas o el mismo Chupacabras.

Pero dirigir a las masas sin que exista sumisa obediencia resulta una tarea en exceso compleja.
Así que entonces surgió el problema: ¿cómo conseguir la sumisión de las personas si éstas ya no creen en los fantasmas?.

Era necesario volver a disponer de dos elementos-base: un inocente y un fantasma.

¿Ya conoces el poder de las pesadillas?

Un aperitivo en 7 capítulos.



Ver capítulos siguientes: 2, 3, 4, 5, 6 y 7